Buena política para el agro chileno
necesitamos orden público y seguridad; lograr una inmigración ordenada; certezas e infraestructura hídrica; resguardar el patrimonio fito y zoosanitario; más opciones de financiamiento, y racionalizar la ‘permisología' de los procesos administrativos...'.

Los agricultores chilenos tenemos mucho de qué sentirnos orgullosos. La agricultura ha sido, es y será pilar del desarrollo de Chile; es su columna vertebral y la única actividad productiva que está presente desde el desierto más árido del mundo hasta la Patagonia, y de mar a cordillera.
Ya en el siglo XIX éramos capaces de exportar avena, maíz y trigo a California y a Australia, y hoy, junto al sector forestal y pecuario, exportamos US$ 19 mil millones. Somos líderes mundiales en cerezas, avena, uva de mesa, vinos, celulosa, entre otros. Y todo esto, en apenas 1,8 millones de hectáreas cultivadas, de un total de 75 millones de hectáreas continentales.
Lo anterior evidencia que el agro chileno tiene un horizonte resplandeciente; luminoso, si hacemos las cosas bien, y mundialista, porque el mundo nos ofrece la gran oportunidad de alimentarlo.
Gracias a todos nuestros acuerdos comerciales, hemos podido acceder a 160 países del mundo con ventajas competitivas y consolidarnos en mercados como Estados Unidos, Europa y América Latina. Sin embargo, hoy se nos abre una gran oportunidad, alimentar a Asia; China, India y el Sudeste Asiático. La conquista de nuevos mercados con cientos de millones de personas esperando comprar productos de primera calidad, sustentables e inocuos. Y donde la agricultura chilena tiene todas las condiciones para producir estos alimentos demandados.
Para aprovechar esta gran oportunidad debemos seguir avanzando en los desafíos y persistir en ellos: necesitamos seguir desarrollando una agricultura sostenible; continuar en el proceso de una correcta adaptación y mitigación al cambio climático; incorporar aún más tecnología e innovación para modernizar el agro; impulsar la asociatividad entre pequeños y medianos productores, teniendo siempre presente la seguridad alimentaria de nuestro país, para que a los chilenos nunca les falten alimentos.
Pero también, hay escollos relevantes que el Estado y sus instituciones deben resolver, ya que son parte de sus responsabilidades indelegables. Los privados podemos y debemos cooperar, pero la responsabilidad está en el sector público. Necesitamos orden público y seguridad; lograr una inmigración ordenada; certezas e infraestructura hídrica; resguardar el patrimonio fito y zoosanitario; más opciones de financiamiento, y racionalizar la ‘permisología’ de los procesos administrativos.
Resolviendo estos lomos de toro podremos evolucionar de un ‘Chile, Potencia Agroalimentaria’ a un ‘Chile, Potencia Eco Alimentaria’, como los agricultores chilenos ya lo hemos venido haciendo. Nuestra característica diferenciadora como país es y será la sustentabilidad en un mundo que nos exige la carbono neutralidad.
Para lograrlo, necesitamos de grandeza y buena política, que los políticos dejen de percibirse como enemigos, entendiendo que son adversarios, cuyas visiones diferentes son enriquecedoras cuando se matizan a través del diálogo; necesitamos entender que el mejor socio para el Estado es el privado, y que el mejor socio del privado es el Estado; necesitamos valorar la voz de los expertos, que unificada con la mirada de los políticos deben establecer las prioridades y las mejores soluciones para todos.
Los agricultores tenemos atributos que son muy necesarios para que Chile salga del estancamiento y conquiste las oportunidades que se le ofrecen. Creemos en el trabajo duro y mancomunado necesario para obtener buenos frutos. Los agricultores trabajamos con los pies en la tierra. Y eso es lo que hoy Chile necesita.